Siempre me ha fascinado la forma en que nuestro cerebro construye lo que percibimos, desde lo más evidente hasta los pequeños matices que transforman un buen whisky en una experiencia inolvidable. Si lo piensas, cuando pruebas un destilado, tu cerebro está trabajando a toda velocidad, pero no solo en lo que detectan tus papilas gustativas. Cada sorbo activa un complejo proceso multisensorial donde el olfato, la sensación en boca e incluso tus recuerdos juegan un papel crucial.
Sí, lo que hueles y cómo sientes el whisky en tu boca es solo el principio.
En este artículo, descubrirás cómo tu cerebro integra todos esos detalles —el aroma, el sabor y la memoria— para crear una experiencia única cada vez que levantas una copa. Te prometo que, al final, tendrás una perspectiva completamente nueva sobre el whisky y cómo disfrutarlo al máximo.
El olfato y el gusto: una historia de amor sensorial
El gusto es solo una pieza del rompecabezas cuando hablamos de disfrutar un whisky. Las papilas gustativas en tu lengua detectan los sabores básicos: dulce, salado, ácido, amargo y umami. Pero el verdadero «sabor» es mucho más que eso. Aquí es donde entra en juego el olfato, el gran responsable de la complejidad que percibimos en cada sorbo.
El olfato funciona como un receptor químico: las moléculas volátiles del whisky se liberan en el aire y viajan a través de tu nariz, donde son captadas por las células nerviosas del epitelio nasal. Una vez que estas moléculas llegan al bulbo olfatorio, ¡buuumm! Tu cerebro recibe la señal y traduce ese caos molecular en algo que entiendes perfectamente, como “mmm, huele a ahumado” o “esto tiene un toque a vainilla” o “me recuerda a mi exnovia”.
Todo esto no es casualidad: tu cerebro está «consultando» su archivo de recuerdos, utilizando experiencias previas para interpretar lo que hueles y saboreas.
Un dato curioso: ¡nunca te equivocarás si crees que hueles algo en un whisky! Tu percepción olfativa es única para ti, y lo que tu cerebro interpreta es tan válido como cualquier otra experiencia. Así que si alguien en una cata te dice “no huele a eso”, sonríe y sigue disfrutando. Tu nariz manda.
Retro-Olfacción: cuando el whisky muestra su alma
El viaje sensorial del whisky no termina cuando el líquido entra en tu boca. De hecho, el proceso apenas comienza. Al beber, las moléculas volátiles del whisky se liberan en la parte posterior de tu nariz a través de un proceso llamado retro-olfacción. Esto significa que, aunque percibas los sabores con la lengua, sigues «oliendo» el whisky desde el interior de tu boca. Es precisamente este proceso lo que permite que los aromas continúen cambiando y evolucionando mientras lo degustas.
Este proceso además de amplificar la percepción del sabor, también añade una capa de profundidad a la cata; de hecho, a medida que el whisky sigue su recorrido por tu boca, la interacción entre el olfato y el gusto permite que su carácter se despliegue completamente….y es por eso que el whisky puede volverse más complejo a medida que lo saboreas.
Por ejemplo, un primer sorbo puede comenzar con el dulzor de la malta, pero a medida que el destilado recorre tu boca, emergen otras notas: quizás un toque ahumado, una pizca de vainilla de la barrica, el toque de especiado o incluso el aroma terroso de cuero envejecido.
Todo esto sucede porque tu cerebro está integrando simultáneamente las señales que recibe de la lengua y de la nariz, lo que construye una experiencia más rica y dinámica del sabor.
La sensación en boca: el efecto “Oh”
Uno de los aspectos más subestimados en la cata de whisky es la sensación en boca, conocida como ‘mouthfeel‘. Este concepto, estudiado a fondo por Ole Mouritsen en su libro Mouthfeel: How Texture Makes Taste, se refiere a cómo percibimos la textura y densidad de los elementos en la boca. Puede ser suave, cremosa, densa o áspera, y tiene un impacto directo en nuestra percepción del sabor. Aunque aquí nos centramos en el whisky, este principio se aplica a todos los alimentos y destilados.
Por ejemplo, un whisky suave y cremoso puede evocar la sensación de un postre delicado, mientras que uno más robusto puede transportarte a un paisaje agreste o a una tarde invernal en Escocia. La viscosidad, que describe cuán fluido o espeso es un whisky, también juega un papel crucial. Según Mouritsen, la textura es tan determinante que en experimentos donde se alteró la textura de los alimentos, los participantes tuvieron dificultades para identificarlos únicamente por el sabor.
Aquí, la sensación en boca añade una dimensión física y emocional a cada trago. Además, el fenómeno de la quimiosíntesis —cómo nuestras mucosas reaccionan a estímulos químicos como el alcohol o el mentol— explica cómo percibimos el calor en la garganta o la frescura en el paladar. Este juego de texturas y sensaciones transforma al whisky en una experiencia envolvente y multisensorial.
Arquitectos del sabor: el papel de la memoria y la predicción
La memoria juega un papel crucial en cómo percibimos el whisky. Cada vez que tomas un sorbo, tu cerebro accede a sus recuerdos para interpretar los sabores y texturas, haciendo que la cata sea una experiencia personal y única, que varía según tus vivencias.
Pero aquí es donde la ciencia se vuelve aún más interesante Según Lisa Barrett en su libro How Emotions Are Made, el cerebro no reacciona de manera automática a los estímulos; en su lugar, construye activamente nuestras emociones y percepciones a través de un proceso que integra memorias y predicciones. El cerebro utiliza las memorias como herramientas dinámicas para dar sentido al presente, lo que significa que cada vez que percibes un aroma o sabor en el whisky, tu cerebro está haciendo conexiones basadas en experiencias pasadas, tanto directas como indirectas, como lo que has vivido, leído o visto.
Por ejemplo, el aroma de un whisky con toques ahumados podría inmediatamente recordarte una ruta por la montaña con amigos, mientras que un whisky suave y cremoso podría evocar recuerdos de un ‘dolce della nonna’. Así, las emociones y recuerdos se entrelazan con las percepciones sensoriales, añadiendo capas de profundidad a cada sorbo.
En este sentido, al igual que las emociones, las experiencias de cata se ven influenciadas por el contexto y las expectativas. Dos personas degustando el mismo whisky pueden tener percepciones completamente diferentes, ya que cada cerebro evoca recuerdos y emociones únicos. Como bien señala Barrett, nuestras emociones no son respuestas fijas a los estímulos, sino que se moldean activamente según nuestras experiencias y el contexto en el que nos encontramos.
Y aquí va otra curiosidad: tu estado físico también puede influir en cómo percibes el whisky.
Sam te lo cuenta: La guía no convencional para disfrutar del whisky
- Pon buena música: Antes de servirte un trago, elige una playlist…la que más te guste! La música puede influir en tu estado de ánimo y en cómo percibes los sabores. Porque el whisky también se saborea con el ambiente.
- Ponte cómodo: La cata no es una carrera. Si estás en casa, elige tu sillón favorito, baja las luces y crea una atmósfera relajada. Si estás por ahí, busca un lugar que ‘te abrace’. El whisky se disfruta mejor cuando todo a tu alrededor también está en sintonía con la calma y el placer.
- Buena compañía… o mejor solo: Si tienes a alguien con quien compartir este momento y que sepa apreciar el whisky tanto como tú, genial. Si no, disfruta en soledad. A veces, la mejor compañía para una buena cata es el silencio y tus propios pensamientos.
- Deja que el whisky respire: No hay prisa. Sirve el whisky y deja que repose unos minutos (20′ aprox) antes de olerlo o probarlo. Dale tiempo para que se «abra» y te revele todos sus secretos. Lo bueno se hace esperar.
- Explora con el olfato primero: Antes de probarlo, acerca tu nariz a la copa y deja que los aromas te cuenten historias. Tal vez sientas un toque de jerez, notas de miel, frutas, o incluso tabaco. Es como el preludio antes de la gran función.
- Hazlo personal: Tómate tu tiempo para recordar. ¿Qué recuerdos te trae? ¿Adónde te lleva?
- Deja que evolucione en boca: Toma pequeños sorbos y siente cómo cambia el sabor mientras recorre tu lengua. Déjalo reposar un poco antes de tragar y presta atención a las capas de sabor que se van revelando.
- Disfruta el “after party”: El final del whisky es tan importante como el principio. Fíjate en cómo se comporta en tu boca y disfruta ese último toque que te deja un whisky excepcional.
Al final, disfrutar de un buen whisky es un pequeño gesto de autocuidado, un momento para ti mismo, para saborear cada sorbo con calma y apreciar la historia que te cuenta. No se trata solo del contenido de la copa, sino de la experiencia que creas al involucrar todos tus sentidos.
En 9 Smoking Barrels hemos creado una variedad de catas de whisky, cursos y experiencias que te permiten jugar con tus papilas gustativas, estimular tu mente y despertar esas emociones y recuerdos.
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